Después del terremoto, de Haruki Murakami | Algunos mensajes de la obra

Con este libro me acerco por segunda vez a la prosa de Murakami, y es que mi primer y bastante satisfactorio intento fue con Tokio Blues, una obra de la que ya hice reseña en 2015. En este caso, nos volvemos a encontrar con la clásica y especial forma de escribir del autor, también con muchos de los elementos mágicos para introducir las historias, pero sobre todo con un fondo melancólico y sencillo que ya forma parte del carácter de Murakami.


El autor nació en 1949 en Kioto, aunque paso la mayor parte de su juventud en Hyogo, cuya capital es Kobe, ciudad elegida por el autor para vertebrar las historias de Después del terremoto. Murakami se ha descrito en muchas ocasiones como un escritor japonés "occidentalizado" por las temáticas de sus obras y porque tras acabar Tokio Blues abandonó Japón para trasladarse a EEUU y Europa. A partir del terremoto ocurrido en Kobe en 1995 el autor decidió volver a su país natal y escribió este conjunto de seis relatos utilizando el suceso como eje vertebrador. El libro se publicó en el año 2000 bajo el título Kami no kodomo-tachi ha mina odoru. 

Cualquier persona que haya entrado ligeramente en el mundo y la prosa del autor se dará cuenta de que no está delante de una historia convencional, sino con unos personajes especialmente complejos, una narrativa con tintes mágicos y cierta esencia mística que recoge de sus orígenes japoneses. También con referencias a la muerte, el objetivo de la vida, la importancia de la existencia terrenal y sobre todo en Tokio Blues, con una descripción interesante de la sexualidad. "Freud sostenía que todas las actividades humanas derivan del sexo. Mi entendimiento del tema es distinto, pero sí creo que el sexo es la puerta más común para entrar en las profundidades de la mente".



En este caso, desde el momento en el que leemos la sinopsis pensamos que nos vamos a encontrar con unos relatos fuertemente ligados al suceso, pero Murakami tan solo lo utiliza para darle más interés a la obra. El mensaje real no versa sobre el terremoto, sino que cambia en cada una de las historias. Uno de los sentimientos que me han acercado en las dos ocasiones al autor y que describe de una forma precisa y sutil es la sensación de vacío existencial, tanto en los personajes de Tokio Blues como en prácticamente cada uno de los relatos encontramos tintes desesperanzadores, y es uno de los motivos por los que tildan a Murakami de fatalista.  Son relatos que nos parecen ajenos, por la manera tan escéntrica de tratar las cosas, como en el relato de Rana salva Tokio. Al mismo tiempo son de los más introspectivos y personales que he leído, tratados con una sensibilidad que me recuerda bastante a algunos personajes de animación japonesa que he podido ver.

En esta novela nos encontramos con seis relatos: Un ovni aterriza en Kushiro, Paisaje con plancha, Todos los hijos de Dios bailan, Tailandia, Rana salva Tokio y La torta de miel. Cada relato tiene una historia completamente independiente de las demás, aunque tienen en común la proximidad con el suceso de Kobe. Más de seis mil personas perdieron la vida a causa del terremoto, que se sintió principalmente en Kobe aunque también en Osaka, y causó grandes daños económicos y estructurales.

"-Es algo muy extraño. Me refiero a los terremotos. Nosotros estamos firmemente convencidos de que, bajo nuestros pies, la tierra es algo consistente, sólido, inamovible. Existe incluso la expresión: <<Tocar de pies en el suelo>>. Sin embargo, un día, de repente nos damos cuenta de que no es así. La tierra y las rocas, que se suponían sólidas, se reblandecen".

En la primera historia Murakami nos presenta a Kumura, un hombre de apariencia normal cuya pareja, tras pasar días obsesionada con lo ocurrido en el terremoto, le dejará con una nota. En este primer relato el autor nos llevará, quizás de manera más sutil que en los posteriores, por un camino melancólico. En este, Kumura decide ir de viaje a Hokkaido para entregar un paquete, y juega nuevamente con la sensación de vacío que siente, ya no solo por el abandono de su mujer, sino por él mismo. "-Y en esa nota, ¿qué ponía?  -Pues que vivir conmigo era como vivir con una masa de aire". Murakami volverá en los otros relatos a este concepto de vacío existencial, jugando con esta vertiente más mágica y mística de las historias y los personajes.

En el segundo relato, Paisaje con plancha, se utiliza el mundo de los sueños y el surrealismo para introducirnos a dos personajes curiosos. Por distintas razones ambos se encontrarán lejos de sus casas y, atraídos por la idea del fuego, empiezan a quedar para observar las llamas cerca de la playa. En esta vuelve a los tonos furibundos de los que hemos hablado, como se ve en una de las conversaciones: 

"-Voy muriéndome poco a poco, lentamente, en un espacio muy pequeño, en la negra oscuridad. Si me asfixiara rápido, aún. Pero no es tan fácil. Por alguna rendija se cuela un poco de aire. No acabo de asfixiarme del todo. Me cuesta mucho morir. Grito, pero nadie me oye. Nadie se da cuenta de lo que me pasa".



En este relato, las llamas actúan como refugio para ambos detrás de una realidad cotidiana pero que no saben gestionar. Esta sensación de estar vacío, de no tener contenido, se plasma cuando observan las llamas. En una de las conversaciones se menciona que cada uno ve un fuego diferente, porque se acaba plasmando y reflejando tu alma en lo que tienes delante. Aquí puede hacer referencia a esta realidad que tienen, una vida cotidiana pero que enfocan de manera errónea y pesimista, y por ello acaban viendo la vida como una tortura, que quizás solo tiene solución con la muerte.

"-Oye, señor Miyake.

 -¿Qué 

-Yo estoy vacía".

Todos los hijos de Dios bailan se agarra a otro de los temas fundamentales para entender la vida humana, que es la creencia religiosa. En este relato Yoshiya es un joven cuya madre se quedaba constantemente embarazada aunque utilizara preservativo. Finalmente engendró como madre soltera a Yoshiya, por lo que le dice que su verdadero padre es Dios. Aquí comenzará parte de la disyuntiva entre creer lo que le dicen y seguir la fe, esperar una aparición, o buscar a su verdadero padre. 

No debemos creer tampoco que nos encontramos delante de una historia normal, adentrarse en el mundo de Murakami es tener que aceptar tranquilamente todo lo extraño que pueda pasar desde el primer párrafo, los hechos o diálogos más extravagantes e inconclusos. En varias ocasiones durante el relato hace referencia a estas dos visiones del mundo, es decir, la real y la imaginaria:

"«¿Qué diablos esperaba conseguir con esto?», se preguntó Yoshiya mientras avanzaba. «¿Intentaba confirmar los lazos que me unen con el mundo que existe aquí y ahora? ¿Deseaba verme incluido en una nueva historia, que me fuera asignado un nuevo papel, más elaborado? No, no lo creo», pensó Yoshiya. «No es eso. Lo que me perseguía, quizás, era la cola de las tinieblas que están en mi interior. Las he descubierto por casualidad, he emprendido su persecución, me he aferrado a ellas, y a final, he sido arrojado a una oscuridad todavía más negra».


En algunos casos he visto que obras japonesas han jugado con esta representación del cristianismo, cogiendo elementos e ideas y dotándolos de cierto misticismo, posiblemente por este distanciamiento de occidente que tienen en cuanto a la religión. Quizás el cristianismo visto desde Japón puede parecer más distante e incluso curioso, representado a través de una mirada externa y ajena que se plasma en estas obras. El abuelo de Murakami era un sacerdote budista, y aunque no he encontrado ninguna declaración en cuanto a la religión del autor, sí que incide mucho en este aspecto a lo largo de sus textos:

"Durante los últimos meses, en medio de dolores tan atroces que era penoso incluso presenciarlos, ¿no habría puesto a prueba al Señor ni una sola vez? ¿No le había pedido a Dios que mitigara su sufrimiento aunque sólo fuera un poco? (...) Además - se le ocurrió a Yoshiya de pronto-, si Dios puede poner a prueba a los hombres, ¿por qué los hombres no pueden poner a prueba a Dios?".

Las historias de Tailandia y La torta de miel son las que menos he disfrutado y pienso que ambas historias y personajes se podrían haber aprovechado mejor. En la primera nos presenta a una doctora que viaja a Tailanda para asistir a una conferencia de medicina, y tras esta emprende un breve viaje. El relato tiene como única reflexión interesante el papel de los avances tecnológicos en el mundo y para el ser humano, ya que habla un poco de cómo la medicina quizás alargaba la vida de la gente pero en condiciones que no son las que deberían ser. También incide mucho en los conceptos de "vivir bien" y "morir bien" como verdadero objetivo, y que predominen respecto al "vivir más".

La torta de miel cuenta la historia de tres amigos que estudian Literatura: Jumpei, Sayoko y Takatsuki. En esta historia Murakami juega con el concepto del destino, pero no lo aborda de una manera mágica ni mística, sino que rompe completamente con la existencia de ese destino. Aunque la historia nos introduce a Jumpei y a Sayoko como los personajes que inevitablemente acabarán juntos, vemos como el miedo de ambos lo impide, y esta acaba teniendo una relación con el tercer amigo, Takatsuki. Es interesante que Murakami rompa desde el principio con la idea del amor romántico, idealizado en muchos casos y demasiado atacado en otros, pero desde luego muy desgastado en la literatura. En Tokio Blues también se desmarcaba de este concepto y en este caso juega con la conformidad y el pesimismo incluso dentro del amor y las relaciones afectivas.


Aunque no es la última, Rana salva Tokio se convierte en la historia más surrealista de todas, a la par que interesante. En ella nos presenta a Katagiri, un hombre completamente normal que trabaja en el banco. Un buen día se le aparece una rana que le dice que debe evitar que en la ciudad se produzca un segundo terremoto. En ese momento el protagonista le dice que es extraño que solamente pueda ser él quien salve a la población del desastre, porque literalmente es el hombre más común, aburrido y poco valiente de todos. Es una historia interesante porque Murakami nos introduce un tercer elemento, o más que elemento, un autor: Nietzsche. En este corto relato nos presenta a un hombre completamente aferrado a las normas, no se sale de lo cotidiano, de lo gregario, para transformarlo paulatinamente en un superhéroe, o como lo llamaría Nietzsche, "superhombre".

En una frase de la conversación se unen de manera explícita los acontecimientos con el filósofo:  "Porque, tal como dijo Nietzsche: «El grado más alto del conocimiento se alcanza con la superación del miedo». Lo que yo espero de usted, señor Katagiri, es que comparta su valor conmigo". Puesto que no tengo ni autoridad ni conocimiento suficiente de Nietzsche, ya que solo he leído una obra suya, simplemente diré que me ha resultado muy interesante como juega con los paralelismos el autor.

Debemos ser consciente de que en este punto Murakami ya ha atacado a la religión en Todos los hijos de Dios bailan, y tras hacer desaparecer esta duda religiosa, nos presenta una historia donde se retrata explícitamente la necesidad que tiene la sociedad en un momento preciso de un superhombre una vez "Dios ha muerto" y no les va a ayudar a parar el segundo terremoto. Aquí podemos volver a citar el capítulo anterior, en el que se decía que según el cristianismo Dios nos exigía unos valores y unos preceptos, pero al mismo tiempo nosotros no podemos exigirle nada.




En general, una historia interesante, que aunque he disfrutado menos que el otro, es un libro al que se le puede sacar aún más punta. Os invito a leerlo para conocer un poco más al autor y su mundo. Un saludo.